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Se presentaron los beneficios de la Tarjeta Cultural

 

Descuentos en boletos de ómnibus de larga distancia (hasta 45%), pinturerías (30%), y diferentes porcentajes en farmacias, carnicerías, librerías, supermercados, hoteles y restaurantes, son algunos de los rubros alcanzados por los beneficios de la tarjeta que acredita ser Trabajador de la Cultura de Misiones.

“Me llena de orgullo ser parte de esta política pública, en la que el Estado -y muchos privados- le dicen al trabajador cultural: reconocemos tu trabajo, te valoramos”, expresó el ministro de Cultura Joselo Schuap, esta mañana al realizarse el lanzamiento de los beneficios de la Tarjeta Cultural, en el espacio FLORA. Lo hizo acompañado de Celina Jedlicka, subsecretaria de Relaciones Públicas e Institucionales, área de la cual depende el Registro de Trabajadores de la Cultura, una de las principales líneas de acción de esta gestión, y la consiguiente implementación de La Tarjeta Cultural.

En el acto se encontraban presentes, además, las y las subsecretarias, Amira Rojas (Cultura) y Laura Lagable (Fomento y Regiones Culturales) algunos representantes de los comercios que son solidarios con esta propuesta, como Daissy Lorena Schtainer Hendrie, presidenta del colegio de Farmacéuticos; Damian Schtainer, gerente comercial de Crucero del Norte; Martín Ginieis, de “Frutas Expréss”; Jackeline Tilbe, de Pinturerías Color Shop, además de Horacio Márquez, responsable comercial para Billetera Electrónica Yacaré. “Estamos muy agradecidos a las empresas y comercios que apuestan a esta red solidaria, sabiendo que si crece la cultura, crecemos todos”, dijeron los funcionarios.

 

El ministro Joselo Schuap junto a empresarios solidarios y las subsecretarias Celina Jedlicka (RRR Públicas e Institucionales), Amira Rojas (Cultura) y Laura Lagable (Fomento y Regiones Culturales)

 

Más de seis mil registrados

A dos años de haberse iniciado esta propuesta, ya son más de seis mil los inscriptos en el Registro. Los primeros dos mil quinientos tienen su tarjeta en modo físico, mientras que los siguientes pueden acceder a la versión digital descargándola desde aquí, previa inscripción en el Registro de Trabajadores de la Cultura -RTCM-. “Insistimos a quienes no se han inscripto aún, que lo hagan, este es el principio de muchos beneficios que van a poder tener”, ratificó Jedlicka. “Formar parte permite saber cuántos somos y quienes somos, y también acceder a becas nacionales. Como ejemplo, vemos que en mayo de 2020 hubo en la provincia cinco beneficiarios por la beca nacional de ayuda solidaria a los trabajadores. Un año más tarde, pasamos a tener más de 1300. Fue mucho dinero que entró a la provincia, y en gran medida fue por la gestión y organización de este registro que se llama RTCM”, explicó Schuap. Y recordó que al inaugurarse el Ministerio en el 2020, no existía ninguna base de datos concreta. “Sólo podemos iniciar un camino prolijo en el tiempo, cuando esas personas se hacen ver, se inscriben”.

Beneficios para todos… los registrados

Por ahora, las localidades con comercios adheridos son Concepción de la Sierra, Eldorado, Alem, Montecarlo, Oberá, Posadas, Puerto Iguazú y San Vicente, y además de los específicos. De todos modos, beneficios como la posibilidad de sacar pasajes en Crucero del Norte con un descuento de hasta el 45%, son transversales a toda la provincia y benefician a toda la familia del trabajador cultural. También lo es la posibilidad de acceder a un descuento en la cadena de hoteles Bagú, con sede en diez zonas turísticas del país. En la lista de rubros, además de farmacias y supermercados, hay ferreterías, pinturerías, librerías, casas de música, imprentas y productoras.

“Mientras suene mi acordeona tengo todo para vivir”

Juan Fagundez (59), músico y ex combatiente de Malvinas, hace cuatro años tuvo que vender su acordeón. El ministro de Cultura, Joselo Schuap, arribó a su chacra en El Soberbio, en el Día del Veterano y los Caídos en la Guerra, y le entregó un nuevo instrumento “en nombre del pueblo misionero”. Además, se relevó su situación socio económica y sanitaria.

Paraje San Ignacio Bajo, es el nombre de una colonia rural situada a pocos kilómetros del casco urbano de El Soberbio, en cercanías al arroyo Guaramboca. El paisaje del lugar recrea lo más clásico de la visualidad misionera: picadas de tierra roja, verdor en abundancia, ranchos y viviendas con chimeneas humeantes y baqueanos transitando en carro de buey.  El dialecto imperante es el portuñol y el aire huele a monte y citronella. Aquí, junto a su familia, vive Juan Fagundez, ex combatiente de la guerra de Malvinas.

Nacido el 9 de julio de 1962, Juan nació y se crió en El Soberbio, como él mismo dice, “siempre en la chacra”. Hace 40 años, cuando tenía 20, le llegó una citación para sumarse a un operativo de custodia en Monte Caseros, provincia de Corrientes. Nunca imaginó que esa convocatoria, terminaría siendo su pasaporte a la guerra. “Fuimos engañados. De un día para otro nos mandaron a Malvinas. Éramos jovencitos sin la preparación necesaria. Había algunos soldados que como todo entrenamiento tenían una semana de salto de ranas” recuerda Fagundez.

Días de guerra

Juan llegó a la Isla Gran Malvina en junio de 1982. Participó de los combates ocurridos en Monte Harriet y Monte Kent, ambos en la isla soledad. “Cada hora parecían días. El sufrimiento es muy grande estando allí. Enfrentábamos a un ejército de profesionales bien preparados, y a nosotros se nos caían las armas de las manos por el hambre. Me tocó ver cosas horribles. Enterrar a un compañero muerto en combate, sin brazos, sin rostro. Me tocó ser estaqueado en una cárcel de campaña por un superior. En la guerra uno llora, recuerda y, aunque parezca extraño, también hubo momentos que reíamos y cantábamos” evoca Juan.

Su memoria alberga innumerables anécdotas de aquellos días. Las cuenta sin obviar detalles y por momentos, con lágrimas en los ojos. “Una vez, estando en la trinchera, nadie quería ir a buscar la comida. Entonces yo dije, bueno, voy a ir yo, pero me voy a comer toda la carne. Salí y comencé a andar hacia el lugar donde cargábamos la comida en unos cilindros que nos daban. Cargué la comida y empecé a volver. En eso, los ingleses comenzaron a tirar. Comenzó un bombardeo. Se me cayó toda la comida. Era una tristeza ver esa comida tirada con el hambre que teníamos” cuenta Juan.

En combate, esquirlas de mortero lo hirieron gravemente en cuello y espalda. Era el principio del fin de la guerra para el soldado misionero: “Un inglés me salvó la vida. Me agarró, me levantó y me llevó a un vehículo. Aparecí en un barco de tres pisos – el HMS Uganda-. Había heridos por todas partes, gente destrozada. Ahí en ese barco inglés me hicieron las curaciones. Me dieron ropa y el 25 de junio me llevaron en barco a Río Gallegos. La guerra ya había terminado”.

Volver

El regreso y los años posteriores fueron terribles para Juan. Como le ocurrió a cientos de sobrevivientes -muchos incluso llegando al extremo del suicidio-, los tormentos psicológicos y las secuelas físicas truncaron esas juventudes atravesadas por una de las experiencias más traumáticas a la que puede estar expuesto un ser humano. “Primero nos prohibieron hablar con la prensa. Nos tenían amenazados. Hasta que volvió la democracia. Yo estuve 15 años soñando con la guerra todos los días. La gente te desprecia, te trata de loco” dice Juan.

En aquellos primeros años posteriores a la guerra, Juan permaneció una temporada en Buenos Aires. Fue colectivero, camionero, trabajó como sereno y durante un tiempo, se ganó la vida tocando el acordeón en fondas y fiestas. “Yo aprendí a tocar a los 12 años en El Soberbio. Y al volver de la guerra estaba viviendo en una pensión en Buenos Aires y tenía un acordeón 80 Bajos. Me ponía en la espalda y salía a ganarme la vida tocando schotis y chamamé por ahí”, afirma el ex soldado.

Con los años, pudo volver a Misiones. Se instaló en una chacra en El Soberbio. Desde hace nueve años comparte la vida con su compañera Rosana y las hijas de ésta. Debido a una avanzada diabetes, perdió una pierna y para costear gastos, al igual que Cantalicio, el emblemático personaje narrado por Mario Bofill en una de sus composiciones, y cuyo título encabeza esta historia, Juan tuvo que vender su acordeón. “Hace casi cuatro años que no toco. Vendí mi acordeón para costear mi enfermedad” cuenta Juan.

“Un presente en nombre del pueblo misionero”

El sábado 2 de abril, en coincidencia con el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de las Malvinas, el ministro de Cultura de la Provincia de Misiones, Joselo Schuap, visitó a Fagundez en su chacra. Compartieron un almuerzo y una extensa conversación. En “nombre del pueblo misionero”, el ministro hizo entrega a Fagúndez, de un acordeón a piano para que pueda volver a vincularse con la música. Juntos, interpretaron algunos chamamés. “La vida de Juan no ha sido fácil. Padeció las secuelas de la guerra, la diabetes y la amputación de una pierna. Tuvo que alejarse de la música. A través de un artículo publicado en el diario El Territorio nos enteramos de su historia y sentimos que había que estar hoy aquí. Este es un instrumento que no es fácil de conseguir y se debe personalizar con el tiempo. Hoy es una gran satisfacción poder ver a Juan con su nuevo acordeón, reencontrándose con la música” expresó Schuap.

Además del instrumento, el ministro relevó la situación actual del ex combatiente en cuanto al acceso a la salud y otras cuestiones de primera necesidad, comprometiéndose a gestionar soluciones.

“Me siento infinitamente agradecido. Estoy muy emocionado. Pensé que nunca más iba a volver a tocar” manifestó Juan Fagúndez, ya con su instrumento en el regazo y una sonrisa surcando su rostro

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